Dantzaris txiki de Vera de Bidasoa ( Navarra). 2010
Hoy charlaba con una amiga, cuya amistad se remonta a los años de adolescencia. La vida la llevó a vivir siempre lejos de su tierra natal, a elegir paisajes radicalmente diferentes de los que vió al nacer, en la montaña navarra. A menudo, cuando cambiaba de ciudad de residencia, e incluso de país, yo la visitaba. Compartimos bellos y divertidos recuerdos de aquellos locos tiempos en los que la vida se ensanchaba , a cada paso, en cada nueva experiencia. Ella fué testigo y cómplice silencioso de vivencias que marcaron mi vida. Y yo fui, tantas veces, confidente de las suyas. Amistad... bello tesoro.
Esta vez el lugar de encuentro, en los próximos meses, será en su tierra, aquí , rodeada de sus familiares, de sus raíces, y de todo lo que dejó atrás hace tanto tiempo ya. Dicen que el ave herida vuelve siempre a casa, siempre lo escuché...
Le he contado cómo estaba el tiempo hoy: ha hecho frío, pero no soplaba el viento del norte, y ya se nota que atardece algo más tarde. Cada día nos acercamos un poco más a la primavera, al calor que tanto necesitará. A la luz, que echará de menos. Y, aunque lo suyo nunca ha sido bailar ni escuchar la música de su tierra, sé que su fuerza la acompañará. Son sus raíces. Todo ayudará a su recuperación, para que pueda volver a volar, como siempre quiso.