Recuerdo perfectamente ir a la tienda cuando era pequeña, de la mano de mi madre, para comprar alguna tela, y verle sonreír al otro lado de unos gigantescos mostradores de madera desde donde desplegaba para los clientes los paños, las lanas, las franelas...Tengo grabado en mi memoria ese olor mezcla de madera y tejidos, el sonido de la enorme tijera que usaba , su seriedad, el corte perfecto, el esmero al doblar y envolver, y un caramelo de menta que sacaba del bolsillo, con una sonrisa...Nunca faltaba aquel caramelo. Quizá mi “afición” a tocar siempre cualquier tejido para sentir su calidad nazca de aquel recuerdo…quizá.
Pero a pesar de su seriedad, era un hombre cariñoso, pacífico, y bueno. Sólo se enfadaba cuando veía a los políticos hablar en televisión, y especialmente, cuando veía a Alfonso Guerra : le sacaba de sus casillas, pero el pobre hombre, al que nunca oí decir un taco, sólo decía “Cá! Cá! Ese!! ¡Eeeeeese es una bicha!! Dice que a España no la va a conocer ni la madre que la parió.....Cá!“
Mi “árbol” reorganizó , pues, mis conocimientos sobre él, y algunos de sus antepasados. Comprobé que su padre murió tres meses antes de nacer él, y su madre, mi bisabuela paterna, cuando cumplió los cinco años. A partir de ese momento los cinco hermanos huérfanos fueron recogidos inicialmente en casa de unos familiares, donde vivieron juntos unos pocos años, y después cada cual siguió un camino diferente en la vida.
La conclusión de lo que he contado hasta aquí es simple : ya solamente imaginar qué siente un niño que no puede recordar el calor de sus padres, produce tristeza. Y sentirlo…supongo que inunda lugares recónditos del corazón que uno prefiere reservar para sí mismo, o que simplemente no sabe o no puede compartir con los demás. Detrás de cada persona siempre hay no una, sino muchas historias, muchos matices, y nunca se puede juzgar superficialmente. Las “clasificaciones” y los clichés colocan en lugares cómodos nuestros pensamientos, pero en muchas ocasiones ocultan lo verdadero. Por eso nunca me han gustado. Ni un pelo. Y cada vez menos.
Esta es la pincelada de un hombre serio, de pocas palabras y bueno. Así era mi abuelo : no es que le importara un pimiento.
5 comentarios:
Mary Luz ¡HERMOSO! el recuerdo que dedicas in memoriam a tu abuelo, desde donde quiera que esté él se sentirá orgullosísimo de tí, estoy segura.Ves, como puedes dar rienda suelta a tu imaginación y contarnos cosas entrañables y hermosas?...¡Felicidades!.Te deso una semana estupenda.Angela
GRACIAS POR LAS FOTOS QUE ME HAS PROMETIDO.
Estás muy linda en tu foto del perfil :)
Ya leeré ésto. Tengo un ahora en el médico.
Besos
Bella entrada, me encanta que se recuerde a los mayores y tratar de descifrar el por qué de las miradas y actitudes.
Lindo homenaje le has hecho a tu abuelo y ese recuerdo de las telas, del corte perfecto, de esos mesones antiguos de madera, si parece que lo estoy viendo.
Un abrazo grande y felicitaciones.
Angela,
gracias por tus palabras, pero no creas, soy la eterna duda, y a veces creo que cuento cosas demasiado personales...Intento limitar eso, pero se me escapa.
Lo más importante que quería decir estaba al final, y eso sí que lo reafirmo, las veces que haga falta.
Gracias por tu comentario, es una referencia importante.
Un beso fuerte
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Alemamá:
prometidas, y te llegarán, sólo dame tiempo.
Gracias por el comentario de la foto, pero no soy nada amiga de ellas.jaja. Siempre creo que lo que se transmite tiene que ser al natural, pero aquí no queda otro remedio que poner una sonrisa congelada.
Un abrazo
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Beatriz,
es que soy incapaz de no tratar de descifrar...
Muchas gracias por tu comentario; me alegro de haber logrado transmitir algo de esas percepciones que todos hemos tenido de niños, y que asoman de vez en cuando.
Un abrazo fuerte
Qué bella pintura de tu abuelo nos has dado! Y es cierto, uno tiene que tomar retazos de sus pasados para saber cómo son...
Hermoso texto!
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