La memoria de un pez de ciudad

Quiero dedicar especialmente esta entrada a una mujer que no conozco personalmente,sólo a través de sus blogs .Hace un par de meses la encontré por casualidad. Comencé a leer su entrada, pero no pude terminar, tanta era la sensibilidad que escondían aquellas palabras. Me obligó, sin quererlo ella, a volver tres veces hasta poder llegar al fin, y leerla completa. Con un sincero abrazo, para ti.

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No quería repetir lo que se ha dicho siempre sobre la memoria de un pez. Pero a veces hay que explicar. Bueno… ¿quién sabe? A lo mejor, no hace falta.

Alguien dijo que la limitada memoria de un pez quizás le salve de la terrible realidad de verse encerrado entre los cristales de un acuario. Así sólo recuerda lo que acaba de acontecer, sólo en un día, y puede ser feliz. Día a día.

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A mí me sucedió, hace algún tiempo ya, que olvidé. Y olvidé durante mucho tiempo. Olvidé de manera algo parecida a la de Travis, en París-Texas. Hoy supongo que era el tiempo justo, el necesario. En aquel entonces, ni siquiera sabía qué estaba pasando.

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La causa del olvido fue real : lo provocó esa zona misteriosa que queremos evitar siempre de la vida. La cara oculta. La que empuja implacable cuando ella termina : la muerte. Parte de la vida misma. Y se mostró gigante, tremenda, arrasadora, cruel, devastadora. Hoy sé que era también regeneradora, obligatoria, imprescindible…sanadora, para todos. Era la muerte de un ser querido. Pero no de cualquier ser, sino del que me dió la vida.

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Olvidé muchas cosas. Las del día a día. Olvidé cómo era la vida antes. Olvidé casi todo. Y una de las peores cosas fue que olvidé el sonido de la música. Y en mi caso, era como que el mar olvide que es mar.

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Algunas veces me han dicho que soy fuerte y luchadora. Yo no creo que sea ni una cosa ni la otra. Creo que sólo soy superviviente, como tantos, pero algún pequeño mérito tiene conseguirlo , creo que no está mal. Soy, como dice la Desiderata , una criatura más, no menos que los árboles y las estrellas, y aprendí y descubrí mucho, después de lo que viví. A veces incluso me parezco a la pez Dori de “Buscando a Nemo”, que habla “lenguaje balleno” … es genial. Me encanta.

( ¡ Menudo doblaje el de Anabel Alonso ! )

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A día de hoy, como digo, vivo el momento opuesto. No es sólo ya que no olvido nada, sino que recuerdo casi el preciso minuto de todo lo que me interesa. Y de eso hay mucho. Bueno, voy a ser sincera del todo. Suelo olvidar algunos días dónde dejé el coche aparcado la noche anterior, y me veo obligada a recorrer las manzanas alrededor de mi casa en su búsqueda. Pero es obvio q ue no miento. Es que eso no me interesa ( ni saber dónde está el coche ni mentir).

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Desde entonces mantengo los ojos bien abiertos, y soy más fuerte. Tengo esa suerte. Y aunque las circunstancias me acerquen más al pez de acuario que al de mar, me niego a pensar que ese es mi destino. Contra eso me rebelo , y lo seguiré haciendo. Con agallas, como un pez. Je.

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En uno de aquellos momentos últimos y previos, recuerdo que le pregunté : ¿Por qué no habré heredado yo tus ojos? ( Eran azul-gris, el color del mar que la vió nacer)…y rápida me respondió :

¿ Para qué? Si tú ya tienes los tuyos…

Simple y llanamente. Para qué decir más.

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Hoy puedo decir, un poco orgullosa, que sigo con ellos pero que muy, muy contenta, siendo timonel , sin capitán ni grumete,

pero desafiando al oleaje…¿Algún valiente quiere saber cómo?

Desafiando el oleaje sin timón ni timonel

Por mis sueños va, ligero de equipaje

Sobre un cascarón de nuez

Mi corazón de viaje

Luciendo …

(Peces de ciudad)

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Lo mejor de la entrada esta aquí, a continuación, en la música. Lo anterior es sólo una pincelada. Creo que merece la pena escucharla. Y nada de hacerlo en bajito; con buenos altavoces mil veces mejor.

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