Yo tenía 24 años, y estaba asistiendo como alumna a un Curso Intensivo de Verano de Música en Lyon , Francia.El curso lo impartían varios profesores de diferentes especialidades musicales, franceses, e invitados de otros países europeos. Los alumnos eran, en su mayor parte, europeos. Entre ellos estábamos unos 7 u 8 españoles, no recuerdo exactamente.
Uno de los “talleres” que elegí era el de mi especialidad, por supuesto. Pero ya al asistir a la segunda sesión, ví que iba a suponer una pérdida de tiempo. Afortunadamente, pude, después de consultar , cambiarme al que podía ser más próximo o interesante para mí, el de violín, y al día siguiente hice el cambio.
Me acompañó en el traslado Luisa S., una profesora de Madrid con la que había congeniado perfectamente, y que hablaba -también perfectamente- francés ( afortunadamente para mí, por lo que voy a contar después)..
El primer impacto fue el profesor. Parece mentira, pero yo que soy incapaz de dibujar un trazo en un papel, creo que incluso podría dibujar su mirada, hoy, tantos años más tarde. Era la mirada más penetrante, profunda, y enigmática que había visto hasta entonces en mi vida. Su nombre era , y es, Eberhard Feltz.
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E.Feltz
Él era alemán, de Berlín-Pankow ( aún no había caído el muro de Berlín ), y no hablaba francés ; venía acompañado de un traductor, con lo cual , la clase se ralentizaba un poco más de lo habitual.
En la mitad de esa primera sesión, él comenzó a explicar ciertos aspectos del “vibrato” en la mano izquierda. Yo le escuchaba atentamente, me interesaba mucho el tema. Y además, como siempre hago, le miraba a sus ojos, sin perder detalle. En realidad, aparte de mi costumbre , estaba un poco hipnotizada…
En un momento dado, con toda la discreción del mundo, le hice un gesto a Luisa, casi imperceptible, con la mano izquierda, corroborando de alguna manera el gesto que nosotras también hacíamos en nuestros instrumentos, y un pequeño comentario, más bien un susurro.Él me vió, y detuvo la clase. Tal como lo cuento, podría parecer ahora que se molestó. Pero no era así.
El traductor se dirigió a mí y me dijo que el profesor quería saber cuál era el comentario.Yo me puse un poco nerviosa, y le pedí a mi amiga que le explicara que era una bobada sin importancia, que además yo no sería capaz de expresarlo rápidamente en francés, que íbamos a perder mucho tiempo…Mi amiga se lo dijo al traductor, y el traductor a él. Me miró. No dudó un segundo, y dijo que no importaba, que disponíamos de todo el tiempo que hiciera falta. Insistió en querer conocer el comentario.
Yo se lo explicaba a Luisa en castellano, ella al traductor en francés, él al profesor en alemán…y vuelta a comenzar, pero al revés.Y así fue que, saltando como en el juego de la oca, de uno en uno, de idioma en idioma, con toda la calma del mundo, fueron y vinieron las explicaciones sobre el vibrato…
Yo estaba asombrada: era la primera vez que vivía algo parecido.
Es cierto que la explicación redundaba en beneficio de todos los alumnos ( bueno, con los años he comprobado cuál es la teoría y cuál es la realidad, pero técnicamente es así), pero él fue capaz de decidir ( él podía). Decidir tener , todos, el tiempo necesario.
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Y aprendí la lección ( no me refiero ahora a la musical). Tan valiosa fue, que siempre recordé su nombre, pero hasta que he escrito esta entrada no había vuelto a ver su expresión . Curioseando en la red la he encontrado, y la he traído hasta aquí.
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El valor de dar tiempo, de conceder tiempo, de compartir tiempo. De regalar tiempo. De querer, el tiempo.
Tiempo para escuchar. Tiempo para explicar. Tiempo para querer.Tiempo para soñar. Tiempo para reír. Tiempo para observar. Tiempo para reflexionar. Tiempo para amar. Tiempo para caminar. Tiempo para vivir.
2 comentarios:
Me dá la impresión de que has hecho musicología...¿ me equivoco?....Bueno no importa ... Es verdad, para todo necesitamos tiempo... por éso, el tiempo que se pierde y no se aprovecha para mí es muy triste... Un abrazo amiga
No , Angela, no soy capaz de tanto...aunque tengo una amiga que lo es, y estudió en Oviedo.
Intentemos no perder el tiempo, verdad?
Un abrazo, asturianina.
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